
Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oir los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.

Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán.
FIN.
0 comentarios:
Publicar un comentario